La alegría de recibir en
brazos a nuestro primer hijo, puede ser
para muchos padres, la experiencia más
maravillosa e inolvidable que como adultos podemos sentir, y definitivamente nos cambia la vida por completo, ya que por primera
vez somos responsables de otro ser humano, sin duda alguna, de nosotros
dependerá su crianza y educación, y estas pueden ser las tareas más divertidas,
emocionantes y gozosas, pero también uno de los desafíos más grandes que a
nuestra vida haya llegado. Esta nueva personita depende absolutamente de
nosotros para sobrevivir, de nuestros cuidados, y de nuestro amor.
A su llegada, si es el primer
hijo, nos sentimos asustados, inseguros y agobiados, aunque se debiera estar
felices en todo momento, hay ocasiones de que eso no pasa, pudiéramos llegar a
deprimirnos, preocuparnos, estar cansados y de mal humor. Pero debemos saber
que estas emociones son naturales, reconocerlas, aceptarlas y expresarlas de
manera positiva nos permitirá tranquilizarnos, logrando que la incertidumbre se
convierta en amor incondicional hacia nuestro bebé. Disfrutar alegremente de
esta etapa le permitirá percibir confianza la cual es la primera lección
importante que le damos a nuestro hijo, no olvidemos que nos convertimos en sus
maestros y guías para el resto de sus vidas.
El bebé tiene una fuerte
necesidad de contacto y afecto, sus padres le enseñamos desde los primeros días
si el mundo es buen lugar para vivir, si se puede esperar atención y
cariño. Cuando los cuidamos satisfacemos
sus necesidades y respondemos a su señales de bienestar o de molestia, el bebe
aprende a confiar en la vida y a sentirse seguro.
Es muy importante cargarlo,
acunarlo, mecerlo, hablarle en voz baja, hacerlo sentir querido. A través de
estas acciones, el bebé recibe el mensaje de que cuenta con alguien. De la
confianza o desconfianza que pueda tener en nosotros va depender su visión del
mundo cuando sea mayor. Las caricias y el contacto físico son la mejor manera
de darle confianza y consuelo, de tranquilizarlo, estimularlo y de expresar
nuestro amor. Si al niño lo dejamos llorar mucho tiempo puede desarrollar un
sentimiento de fracaso y tristeza que tendrá consecuencias negativas más
adelante. Nuestra ternura es el alimento que le permitirá crecer emocionalmente
sano y aprender a relacionarse con los demás.
En la medida en que los padres
comprendamos el proceso del desarrollo del niño, nuestros sentimientos serán más
positivos y nuestra capacidad de disfrutar será mayor. De nosotros depende
vivir la maternidad o paternidad como una carga o como una alegría.
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